Cuando el dinero no lo es todo.
JB y su socio Aash son agentes deportivos. Con un negocio que va de capa caída y sin apenas clientes a los que representar en el mundo del beisbol toman una estrategia poco convencional: utilizar a jugadores de cricket asiáticos para formales y prepararles para jugar en la liga de beisbol americana.
Craig Gillespie dirigió en 2007 la notable “Lars y una chica de verdad” consiguiendo nominación al Oscar al guión y siendo esta su película como realizador más notable. El guionista Thomas McCarthy estuvo nominado por el fantástico guión de “Up” (Pete Docter, Bob Peterson, 2009), además de escribir los libretos de las rescatables “Vías cruzadas”, “The visitor” o “Win win” que también se encargo de dirigir. Gillespie y McCarthy se reúnen en esta película de superación, segundas oportunidades y prioridades, basada en hechos reales, y aunque el peso “Disney” y esa búsqueda impositiva de una moraleja que de sentido a todo y todos rezuma en todo momento, el resultado final es disfrutable.
Protagonizada por el televisivo Jon Hamm (Mad men, Rockefeller plaza, The Town) pocas son las veces que le vemos de protagonista en la gran pantalla. Hamm defiende bien su personaje, aportando ciertos matices e inseguridades que hacen atractivo el personaje. Junto a éste, poca cara conocida si exceptuamos el paso de puntillas que hace el genial Alan Arkin (Pequeña miss sunshine, Argo) o Bill Paxton (Al filo del mañana, Twister).
Arropado por la música de A.R. Rahman (Un viaje de diez metros, 127 horas), una fotografía correcta y un montaje adecuado a lo que se quiere contar aunque abusivo (dura algo más de dos horas), “El chico del millón de dólares” es agradable, didáctica.
